martes, 24 de enero de 2012

Lubina

Vista desde Cabo Vidio
Transcurría deliciosamente el mes de mayo y el sol difuminaba una a una las nubecillas que la brisa del nordeste hacia correr a lo largo del cielo azul. A la mitad del sendero que une el faro del Cabo Vidio con la línea de la marea por el oeste, hay un tramo tapizado de una hierba fina y mullida, que en Asturias llaman “pelu coneyu” por la similitud de su tacto.

Las cuatro de la tarde, y allí tumbado sobre aquella alfombra natural con la mirada fija en las cristalinas aguas, el farero hilvanaba una estrategia encaminada a terminar con la pesadilla que lo había desvelado durante toda la noche y que aquella mañana se había convertido en una obsesión capaz de perturbar la enorme paz que hasta entonces le había rodeado.


El día anterior había bajado por