domingo, 22 de diciembre de 2013

Salterra

Amanecía en tono gris cuando Salterra comenzaba a descender por entre las erosionadas rocas que coronaban el acantilado.

Hacia la mitad del sendero se detuvo; la enorme ola que había azotado la costa en aquel momento no había sido ninguna broma.

Detrás de aquel golpe de mar vendría otro, distanciado, y luego otro y otro..., cada vez más lentamente próximos. Si no se daba prisa, salir de allí podría convertirse en un infierno.